POEMAS DE MARUJA
VIEIRA
Campanario de
lluvia
Te
buscaba en la sombra. Lentamente surgía
tu mirada lejana, leve flor de horizontes.
Era clara, serena....Con amor la sentía
transitar el camino de mis ojos insomnes.
No
fue un eco ni un sueño. Fue la brisa en al árbol
que me trajo tu acento con perfume de savia
y creció por mis venas y se fue deslizando
con temblor de caricias al llegar a mis manos.
Nada
más....en la torre desgranó la campana
un rosario de tiempo claro, fino y distante.
Como niebla de aroma se quedó entre mis labios
la dulzura imposible de una frase: te amo.
Clave mínima
Déjame
tu recuerdo, el de esta hora.
No importa que te vayas.
Déjame este recuerdo
de la última hora del alba.
Estaba
azul el monte esa mañana
azul. Eras hermoso
y yo te amaba.
Como el partir de un
barco
“Es el recuerdo, padre,
de tu clara agonía”
Carlos Augusto León
Ya
todo está más claro.
Como
la tierra después de la lluvia
son
los ojos después de las lágrimas.
El
viento hace cantar una vez más los árboles;
pero
en la madrugada tienen distinta voz
las
antiguas campanas.
Partió
un barco.
El
ancla la levaron las manos más amadas.
Era
un mar transparente, rumbo y ola,
donde
flotaba un suave rostro pálido
y
una playa del tiempo que se quedaba atrás
con
nuestro llanto.
Que
se quedaba con nuestro silencio,
con
nuestra música olvidada y quieta,
con
los libros cerrados, con los cuartos vacíos,
con
esta soledad que nos asalta
cuando
despierta el día sobre lechos intactos.
Las
horas vuelven otra vez, iguales.
Todavía
hay caminos con rosales y pájaros,
los
niños ríen en la calle
y
los viejos martillos clavan maderas nuevas.
La
muerte en nuestra casa cumplió su fiel palabra.
Todo
fue tan sencillo como el partir de un barco.
Cuando cierro los ojos
Cuando
cierro los ojos vienes
del
país de la muerte.
Llegas
a
la orilla del río del tiempo.
El
agua nos aparta siempre.
No
hay puentes.
Me
miras desde lejos y sonríes.
Despierto.
¡Cómo
tarda en llegar el barquero!
Dirección desconocida
El
sobre dice:
“A
Maruja Vieira, poeta”.
Habrá
que devolverlo
con
un letrero grande que diga:
dirección
desconocida.
Entre
un reloj y un calendario
muere
crucificada la poesía.
El arpa
Dos
manos esculpen el aire.
Cantinela
de lluvia lejana,
tempestad
de sol en los árboles.
Distantes
del tiempo, caminan
en
la torre los viejos cuadrantes.
Las
dos manos esculpen y tallan
la
emoción, el recuerdo, el paisaje.
Sube
un mar invisible y rodea
lentamente
las islas del alma.
Y
después sólo queda la música,
prisionera
de luz en el arpa.
A Nicanor Zabaleta
Exilio
Mi
patria eran tus manos,
tu mirada,
el suave temblor de tus labios.
Ya
no tengo tu hombro
para mi cabeza rendida.
No
tengo nada.
Veinte
años de exilio,
amor mío,
veinte años sin patria.
Los desplazados
Llegaron
cantando y sembraron
en
el cemento árido.
Celebraron
los ritos del amor
y
del respeto a las semillas.
A
cada una
de
las parcelas que inventaron
le
pusieron el nombre
que
dejaron atrás, en el campo.
Ahora
fue así.¿Y mañana,
cuando
sepan que no los vieron,
que
no los escucharon,
que
los olvidaron?
Mañana….
Bogotá, Plaza de
Bolívar, 27 de julio de 2007
LOS 85
A Ana Mercedes Vivas
A los 85 estamos descaradamente vivos.
Se supone que los que nos aman
deben saber que caminar ya no es la alegría de antes
a menos que sea al sol y sobre la hierba.
Se supone que deben saber
que nuestras noches son demasiado largas,
porque tenemos que acostarnos muy temprano
y hay muchas cosas a las que ya no podemos ir
porque nos cansamos.
Pero seguimos descaradamente vivos
y no son nuestros ojos,
es la luz la que se debilita cuando queremos leer
y no son nuestros oídos,
es la voz de los otros la que ya no tiene sonidos.
Son las calles las que se han vuelto
demasiado largas y las escaleras demasiado altas.
Pero seguimos descaradamente vivos
y algunos afortunados tenemos
una ventana por donde entra el sol de la tarde
y una voz muy amada que nos llama.
Mitú,
1 de noviembre 1998
Poema con chachafruto
“Estos cielos azules
y este sol de la
infancia”.
(Antonio Machado)
Un
sabor de la infancia…
Un
jardín y el color de un geranio.
Un
rostro de mujer… (era bella mi madre)
Más
allá de la niebla la ciudad increíble
se
aferra a la montaña.
Todo
está aquí, en este fruto verde
y
brillante.
Todo
estaba guardado, intacto…
Entonces,
¿a qué vienen
estas
traviesas lágrimas?
Poema del amanecer
Es
la hora de las campanas,
cuando se cierran los abismos.
Con
la luz de la madrugada
vuelven al mundo los caminos.
Vuelve
el murmullo de los árboles,
el silencio de las espigas.
Vuelven
las manos lentamente,
hacia las páginas del libro.
Vuelve
la realidad perfecta
de tu presencia sin olvido.
Raíz eterna
Tú
eres más que un rostro,
más que un hermoso cuerpo.
Eres
aquel murmullo del río entre la lluvia,
aquella forma vaga del monte tras la niebla.
Profundamente
asidos al trémulo paisaje
del sitio de la vida donde habita el recuerdo.
Tú
eres más que un nombre.
Más que un paso en la tierra.
Te
cerca un bosque denso, de misteriosos árboles.
con pájaros errantes y canciones sin término.
Te
guarda entre sus ramas de música, te encierra
lejos de la ceniza destructora del tiempo.
En
ti el amor humano, de raíces eternas,
me ha entregado su clave profunda y verdadera.
Todo lo que era mío
Todo
lo que era mío.
La
clara voz del padre y el eco de sus pasos
despertando
la infancia.
Las
manos de la madre
con
su cálido estigma de ternura
sobre
la tinta fresca de las cartas.
El
rostro del hermano,
ya
copiado en el hijo con ríos y cometas
y
una lámpara nueva junto a la vieja lámpara.
Mis
libros, mi silencio,
la
armonía brumosa de las calles,
el
parque con su yerba de domingo,
la
puerta musical de Santa Eulalia.
La
mano conocida, la palabra prevista,
la
quietud del encuentro
con
lluvia en los cristales.
Simple,
sencillo, tierno,
todo
lo que era mío se me quedó tan lejos!
Tus cartas
Sólo
tengo tus cartas,
pero
tener tus cartas es dulce en esta niebla.
Es
como andar contigo por las calles y decirte:
Este
parque me vio jugar de niña.
Esta
casa fue nuestra.
Tus
cartas solamente, no tus manos,
ni
el color de tus ojos, ni tu frente.
Pero
con qué alegría te estoy diciendo ahora
que
mi ciudad es clara de azaleas
y
alta y llena de nubes y de torres
y
que te amo en ella.
Despedida
He
comenzado
a
despedirme.
Es
una larga,
lenta
y luminosa despedida,
como
la del sol sobre el mar.